Conocí a Pier Giorgio en la escuela de discipulado que realizamos en la Diócesis.
Siempre nos enseñaban diferentes santos pero cuando llegó a él nos advirtieron que todo era diferente. No había grandes éxtasis ni milagros, pero era un santo capaz de imitar.
¡En ese momento empecé a sentirlo tan cerca!
Ahora se que la santidad no es cosa de privilegiados sino de todos y que solo se consigue queriendo imitar cada día más a Cristo.
Recemos por su canonización.