Conocí al beato Pier Giorgio en la JMJ de Polonia 2016, ya que su cuerpo fue trasladado por mi grupo de peregrinación desde Cracovia hasta la catedral de Turín. A partir de ahí fui leyendo parte de sus escritos y de sus reflexiones y me conmovió ver que era un joven como tantos otros, como yo misma, que no hizo nada de especial en su vida y que, sin embargo, hizo de su vida algo excepcional. Su ejemplo me ayuda a comprobar que la santidad es algo al alcance de todos, Dios nos quiere santos a cada uno de nosotros y nos da cada día las oportunidades para ello. No tengo que intentar hacer lo mismo que Pier Giorgio, sino que debo aprovechar mis oportunidades diarias como él aprovechó las suyas en sus 24 años de vida. Su forma tan entusiasta de entender el catolicismo, su pasión por la vida, su capacidad para ver a Dios en todo aquél que lo rodeaba me impresiona sobremanera y lo considero todo un ejemplo a seguir. Su canonización podría hacer que muchos jóvenes lo conocieran y les sirviera como puente para llegar al Señor.